miércoles, 17 de junio de 2009
La Tormenta
La tormenta desata miedos escondidos, de esos que anidan más dentro de donde puedes hollar con tus dedos. La tormenta destapa vientos que salen de ningún sitio y abofetean tu rostro con fiereza, vientos que chillan fragmentos de verdades incomprensibles. La tormenta tiene todos los nombres y ninguno, y no hay lugar en la superficie de la tierra en el que puedas esconderte. Cuando las gotas de lluvia comienzan a caer sobre la piedra dormida tus ojos entonan una salmodia olvidada, más allá de lo previsible, encima de las pretéritas jerarquías. Cuando la lluvia todo lo empapa y el viento todo lo agita, el espíritu errante busca refugio y no lo hallará en las sombras de todo aquello que está en perpetuo cambio. Las cuevas son húmedas, los refugios frágiles, las álmas débiles. Todos los que danzan al compás del viento se saben huidizos e inacabados, todos los lugares están cubiertos por una capa de mutabilidad aportada por la ignorancia. Sólo hay un lugar donde estar a cubierto, sólo uno donde las sombras dejarán de danzar para siempre. Me sumerjo en tu corazón y desdibujo y deshago todos mis contornos, los aprendidos y los impuestos, los condicionados y los inevitables. Y al final del todo siempre estás tú.
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