lunes, 8 de enero de 2018

Deja vù

Luna se acurruca en la cama como un ovillo. Se queda dobladita y enroscada debajo de la manta. Tiene dos trenzas que le caen por los lados de la cara. Mientras duerme, su pecho se hincha y se deshincha despacio. Tiene la dulzura de una niña de 8 años. Luego se da la vuelta y se tumba bocabajo, mientras su respiración sigue tranquila trascurriendo en el tiempo. Luna tiene las mejillas sonrosadas y sueña con una cometa que vuela por el cielo. Esa cometa la mira Luna desde la orilla de la playa. Su respiración dormida sigue a las olas que van y vienen como si llevase el mismo ritmo acompasado. En su sueño oye las olas. Camina deprisa con sus pies descalzos sobre la arena siguiendo a la cometa que vuela libre por el cielo. ¿A quién se le habrá escapado la cometa? Se pregunta mientras mira alrededor y no ve a nadie más en la playa... De pronto el sueño cambia. Se siente que la arena de debajo de sus pies se desliza lentamente. Toda la arena de la playa se dirige hacia la misma dirección. Al lugar donde se dirige hay un pequeño hueco por el que nota que se va deslizando hacia abajo. Como en un centro de gravedad donde se dirige toda esa arena. Luna se siente aturdida y como si le faltase el aire en sus pulmones. Al mismo tiempo en la cama siente como su corazón palpita más rápido y la respiración se convierte en un jadeo más rápido también. Dentro del sueño siente asfixia y de pronto, se da cuenta que está dentro de un reloj de arena gigante y ella es muy pequeña. Comienza a encontrarse mareada dentro de su sueño y comienza a cambiar de postura en la cama. Inquieta. Siente miedo en su sueño de caer al otro lado del reloj y que le den la vuelta y....vuelta a empezar....como algo interminable... En ese mismo instante SE DESPIERTA...

Luna se tumba de lado en la cama para levantarse lentamente, tal y como le ha dicho el médico. Tiene un problema de huesos y le cuesta moverse por la mañana de la cama. Va con lentitud. Se dirige al aseo. Sus manos de anciana temblorosas abren la puerta del mueble que está situado sobre el lavabo. Coge un bote de capsulas y se toma una que la traga con un vaso que lleno de agua. Esa es la cápsula para la artritis que le ha recomendado el médico tomar en ayunas. Se mira su pelo gris y canoso y despeinado. Pero mantiene las mismas mejillas coloradas de cuando era pequeña.





Ahora se dirige a la cocina a prepararse el desayuno. Le ha dicho el médico que para una señora de 80 años tiene que comer pan integral y unos frutos rojos que van bien para el riego sanguíneo. Va con su platito y sus tostadas a sentarse en una mesa con sillas que tiene en su terracita. En la terraza entra el sol. Éste se refleja en el suelo. Un suelo que brilla como un espejo. Mientras está desayunando mira sus macetas de la ventana. Observa las bellas flores. Unas rojas, otras rosas, otras moradas y otras amarillas. Mira a todas ellas amablemente. Entra un pajarillo que se posa en una de las maceta Ese gorrión precioso y bello que mira con su plumaje alegre hacia todos los lados. Mueve su cabecita deprisa, observando todo lo que hay a su alrededor. Luna deja caer unas miguitas de pan como si de un despiste se tratase mientras sonríe levemente. Se levanta a poner un disco de música clásica. Le encanta la música clásica. Es feliz cuando la escucha. Su alma ancha y larga atraviesa mares y continentes a gran velocidad con cada nota. Vuelve a sentarse en la silla mientras mira al horizonte. Dónde solo ve arboles. Se deleita mirando los distintos colores de las hojas. Unas verdes claro, otras verdes oscuro, otras amarillas y otras marrones. Los rayos del sol siguen entrando por la terraza.

De pronto comienza la canción "Claro de Luna" de Debussy y mientras Luna siguen mentalmente cada nota. Algo dentro de ella comienza a estremecerse. Vuelve a ser la niña de 8 años que juega feliz con su padre. Vuelve a la adolescencia dónde conoce el amor. Vuelve a sentir las caricias en su piel. Vuelve a ver el atardecer desde la montaña. Vuelve a recordar el aroma de los prados llenos de flores. Y los abrazos de su gran amor...ese amor que ya no está y que la acompaña todos los días un instante. Evoca con tanta realidad los besos, los abrazos y las caricias que no puede evitar que una lágrima caiga rodando por su mejilla sonrosada. Hace dos años que él no está y todos los días la acompaña. Evoca las risas, los paseos, las tardes de verano, otoño, invierno y primavera. Pasan los ciclos de su vida por delante de sus ojos como un "deja vú". Las carcajadas, su pelo enredado, sus pies se aceleran para coger juntos el autobús, sus tardes interminables en las que hablan de sus cosas tumbados en la cama, sus manos que acarician las de Luna. Y el paso del tiempo la piel se arruga, salen las canas, la enfermedad, las lágrimas... la comisura de los labios se torna un poco hacia abajo...y la crudeza de que ya no está. Luna se levanta de la silla. Suena su nariz con un pañuelo de tela que guarda en el bolsillo de su bata. Un pañuelo con sus iniciales que le regaló él. Recuerda que a veces cuando se peleaban ella lloraba. Que cuando reía de alegría también secaba sus lágrimas con ese mismo pañuelo. Recuerda que su vida fue a veces feliz y a veces no tanto pero sobre todo recuerda todo lo que se quisieron. Una vida llena de amor podría decirse. Una vida llena de claros y oscuros. Mira hacia el interior de la casa y se acerca lentamente uno de los cuatro gatos que tenían. El gatito atigrado que de joven era veloz y saltaba y jugaba ahora se acerca despacito. Sus bigotes y su pelo es más blanco y ya no juega tanto desde que no están sus hermanitos con él. Él no puede expresarlo pero también los echa de menos.

 Así transcurre el día. Rápido. Sus quehaceres diarios. Su puré de calabaza para comer. María que viene a ayudarla a limpiar las cosas, sus jarrones y su colección de búhos del mueble. Le pone de comer al gatito porque a Luna le duele mucho la espalda y ya no puede agacharse para darle de comer... En el mismo salón de su casa dónde ve caer la tarde. Luna está sentada en el sillón con su lamparita leyendo un libro. Le entra sueño y sin querer deja caer sus gafas de vista cansada al suelo. La lectura le ha dado sueño. De pronto al volver a quedar dormida vuelve a ser esa niña Lunita. No llega con los pies al suelo tiene unos calcetines con una puntillita y unos zapatitos que se abrochan con una pequeña hebilla. Vuelve a tener sus dos trenzas adornando cada lado de su cara. Vuelve tener su pequeña cara. Con su gatito dormido también sobre sus rodillas. Mientras la canción de "Claro de Luna" suena a lo lejos en su cabeza. Y se está acabando el reloj de arena y ya no está su amor para darle la vuelta...